Blog

La tecnología ya no es cuestión de género: Mujeres involucradas en Legaltech en Colombia

Por: Meliza Eugenia Grisales López

La asociación colombiana de Legal Tech (Alt+co) entrevistó a un grupo de abogadas que construyeron su vida profesional en torno a la tecnología y se ganaron importantes lugares en cargos directivos, el mundo empresarial y la academia; tres de ellas, María Lorena Florez, Ángela Suárez y Carolina Ibarguen, hicieron parte de la conferencia moderada por Alexandra Baquero: “el rol disruptivo de la mujer en la tecnología”, que tuvo lugar el 18 de marzo. Alrededor de una serie de preguntas sobre “ser mujer” en la sociedad colombiana y el mundo, las entrevistadas relatan el camino que transitaron, las herramientas que las ayudaron a superar los obstáculos y dejan pistas sobre cómo aventurarse en esta nueva realidad que se está construyendo en torno a los avances tecnológicos. A continuación, un relato sobre ser mujer y trabajar con tecnología desde la voz de aquellas que ya se filtraron en el medio.

Carreras para hombres y carreras para mujeres

Desde una perspectiva histórica es posible recordar que la inclusión de las mujeres en la educación superior ha sido tardía y lenta; no obstante, hay casos que evidencian desde épocas muy tempranas el interés de las mujeres por la educación, la innovación y el desarrollo desde distintas disciplinas, aunque no hayan sido personalidades muy notorias. En la actualidad, tanto hombres como mujeres cuentan con una aparente libertad para escoger cómo les gustaría desarrollar su proyecto de vida, pero es indudable que el rol que culturalmente se les ha asignado, influye en el proceso de selección de carrera y en la experiencia misma de transitar por la universidad.

Respecto a esto, es importante la perspectiva de María Lorena Florez, doctora en derecho y tecnología, y docente de una facultad de derecho. Tiene formación en Europa y a pesar de sobreponerse a todas las dificultades que encontró en el extranjero y en su país natal, reconoce los obstáculos de género que hay en la academia. Como estudiante, esta docente se vio en la necesidad de reafirmar de múltiples formas sus conocimientos, para que sus profesores y compañeros dejaran de percibir que ella no sabía de qué estaban hablando; es posible que no haya sido de mala fe, pero es un indicio de la vigencia del rol de género al interior de la academia. En su papel de docente, la historia fue parecida; además de que los abogados en Colombia reciben parte de su validez de su apariencia dura y formal, y ella no quiso adoptar ese estereotipo en su vida, trabajar en “una facultad tradicionalmente para hombres” ha dejado en María Lorena la sensación de que muchas veces las docentes deben sustentar con más fuerza lo que dicen, en comparación con un docente de género masculino que cuenta con más oportunidades de equivocarse o de ser impreciso.

¿Dónde nace todo esto? Ana Gabriela Buquet hizo una investigación sobre el rol de género en la educación superior, e identificó tres dimensiones desde las cuales es posible entender por qué se supone que hay carreras “adecuadas” para hombres y carreras “adecuadas” para mujeres. El primer elemento es lo simbólico, entendido como los conceptos culturales más abstractos en los que se fundamenta todo el mapa cultural. En segundo lugar, el imaginario colectivo, que es la traducción de todos estos símbolos en prácticas sociales que se vuelven parte de la cotidianidad. Y, por último, la identidad de género, que puede entenderse como la internalización personal de cada sujeto tanto de lo simbólico, como de las prácticas sociales que surgen a continuación.

Si bien es decisión de cada quién elegir si aceptar para su propia vida los roles que le impone culturalmente la sociedad, estas reglas de comportamiento informales fungen como guías de la existencia humana para muchas personas, de acuerdo con su contexto social. Desde la óptica de la autora, aquello que a veces parece originado en la naturaleza, son realmente “procesos históricos y culturales” que se cristalizan en conceptos y prácticas, que si bien no son obligatorios, son culturalmente deseables y su incumplimiento genera, en cierta medida, rechazo social, al menos hasta que los “bordes” culturales son transformados. Alexandra Baquero, gerente de SIGMA, evidencia las dificultades de género en su entorno profesional y ofrece una perspectiva de cómo puede ocurrir el cambio cultural que permitiría la inmersión de más mujeres en la tecnología. En principio, esta abogada hace referencia a cómo el imaginario colectivo influencia a las mujeres en su selección de profesión desde la infancia a través de la crianza y los referentes femeninos, que poco o nada parecen estar involucrados con la tecnología; con las “carreras masculinas”. Muchas mujeres creen escoger su carrera con libertad, pero terminan en “carreras femeninas” tras años de reafirmación constante y silenciosa del rol de género por parte de su entorno.

“(…) [Y]o tuve la suerte de hacer parte de una familia en la cual no se distinguía para nada el rol femenino y masculino”, cuenta Alexandra, haciendo referencia a las posibilidades que surgen de crecer en un entorno que fomenta en una persona la confianza en sus capacidades independientemente de su género. Esta abogada desarrolló su carrera en la banca de inversión, un escenario mayoritariamente masculino, y a través de su experiencia se pueden identificar dos obstáculos que le impiden a la mujer emprendedora acceder a inversionistas: Primero, la falta de confianza en sí misma de la emprendedora, que culturalmente podría verse reflejado en este ideal de “mujer recatada y discreta”; y segundo, la falta de confianza en las emprendedoras por parte de los inversionistas (que también son mayoritariamente de género masculino), dado que generar emprendimientos (y más en el ámbito de la tecnología) es una ocupación culturalmente masculina.

Es aquí donde se evidencia la necesidad de una ruptura en los patrones culturales, pues la relegación de cada género a escenarios tradicionalmente asignados puede estar privando a la sociedad de un estado de crecimiento del que muchos más puedan hacer parte y en el que más personas se sientan realizadas en su experiencia profesional, y estas personas, en particular, deberían tener derecho a desenvolverse profesionalmente en torno a un propósito, a sus aptitudes y sus deseos personales. Si bien hay responsabilidad de generaciones pasadas por establecer los roles de género, hay también responsabilidad para las personas de la actualidad en el sentido en el que es posible elegir si promover los roles de género tradicionales o transformarlos en algo productivo para todos y todas.

Construyendo el futuro

El contexto descrito sobre las barreras de acceso a inversión por parte de emprendedoras es solo una parte del problema; el escenario laboral para las mujeres es probablemente una manifestación más vívida de lo que Buquet reconoce como el orden de género, que fomenta “relaciones de jerarquía y subordinación entre hombres y mujeres” (2016). Podemos hablar por ejemplo del último año en el que se desató una pandemia global en la que la imposición cultural del rol de género se mostró con mayor franqueza: las mujeres fueron mayoritariamente asignadas a las tareas domésticas y de cuidado, mientras los hombres, como tradicionalmente se designa a las personas de género masculino, a la adquisición de recursos económicos.

Traduciendo estas aseveraciones a números, se visualiza en las estadísticas del DANE que la tasa de desempleo de las mujeres en el primer semestre de 2020 subió 12,6 puntos porcentuales (pp), pasando de 13,9% al cierre de 2019 a alcanzar un pico de 26,2% en julio del 2020 y aunque esta cifra bajó en diciembre de ese año a 18,7%, en enero del presente año volvió a subir a 19,6% en el trimestre móvil noviembre 2020 – enero 2021. Mientras tanto, las cifras de desempleo masculino que generalmente son solo de un dígito, alcanzaron a estar en 16,2% en el pico de desempleo de julio de 2020, pero actualmente se mantiene en cifras cercanas al 10% (DANE, 2021). Por otro lado, referente a las tareas domésticas, para el 2020 fue posible identificar que el 89,5% de las mujeres en Colombia realizaron actividades de trabajo no remunerado en el hogar, en contraposición con el 62% de participación de los hombres en estas actividades, generando una brecha de 27,5 pp (DANE, 2020).

Sobre este tema, es pertinente mencionar a Tatiana Herrera, que desde el comienzo de su carrera tuvo la fortuna de dar con un escenario laboral que le apuesta a la inclusión de género en diferentes áreas. Tatiana afirma que, desde su punto de vista y con fundamento en las cifras del DANE, la pandemia generó un retroceso de diez años en términos de equidad de género, dado que por múltiples factores fueron las mujeres quienes más debieron asumir las tareas del hogar, dado su rol cultural. Esto, en muchas ocasiones, generó un detrimento de su construcción profesional y su independencia económica. Sin embargo, es aquí donde la tecnología juega un papel importante, puesto que en palabras de esta abogada, “la tecnología no es una decisión, sino una herramienta que utilizamos todos” o a la que todos podemos tener acceso; y esta herramienta, según ella, puede ofrecer medios para el acceso a la educación de muchas personas, puede impulsar la carrera de muchas mujeres, en vista de la necesidad laboral de personas que tengan formación en tecnología, generar crecimiento social.

Tatiana es líder de transformación digital en el área jurídica de un importante banco colombiano y asegura que, en una realidad cambiante en la que la tecnología adopta un papel protagónico, los pasos que hay que dar, en principio, para avanzar hacia la equidad de género involucran por un lado a las mujeres, y por otro a las organizaciones. En el área de la tecnología es evidente que los hombres tienen ventajas, empezando simplemente con que es socialmente aceptado que elijan sus profesiones en este medio; sin embargo, una mujer que quiera entrar desempeñarse en estas áreas, de acuerdo con esta abogada, deberá ser resiliente y persistente: “saber que va a haber muchas barreras, que socialmente puede tener muchos fracasos y muchos obstáculos, pero que hay que persistir”.

Por otro lado, esta entrevistada evidencia que debe haber un cambio al interior de las organizaciones, en especial en áreas relacionadas con la tecnología, por una razón muy importante y es que la construcción de la sociedad a futuro estará en cabeza de los profesionales involucrados con la tecnología y es fundamental contar con la voz de las mujeres, sus capacidades e ideas en estos desarrollos y en las tomas de decisiones para evitar la reproducción de los estereotipos de género en las nuevas tecnologías. Producir nuevas herramientas y recursos tecnológicos que de entrada también estén permeados con ideas retrógradas de los roles de género tradicionales no podría ser innovación, sino un retroceso.

Decidir ser parte del cambio

Una muestra del poder transformador de una mujer en una empresa pudo observarse en la conferencia “el rol disruptivo de la mujer en la tecnología”, puesto que en ella, Carolina Ibargüen, gerente general de Kantar Ibope Media – Colombia, habla de lo importante que es dar oportunidades: Llegar a una posición directiva y abrir el camino al desarrollo profesional de otras mujeres y no porque sean mujeres, sino porque hay profesionales que son mujeres y que son excelentes, pero no se les elegía por la percepción cultural de “aquello para lo que es buena una mujer”.

Esta empresaria menciona también el hecho de que a las mujeres se les delegue la responsabilidad del cuidado del hogar y la crianza de los hijos, pero se refirió a esto de forma propositiva, afirmando que la modificación de lo establecido culturalmente también puede fomentarse desde las empresas; por ejemplo incentivando desde la organización que las responsabilidades de crianza sean compartidas, ofreciendo licencias de paternidad equiparables a la licencia de maternidad. Vemos en esta mujer que ya está involucrada con la tecnología un ejemplo y un referente, pero ascender a un puesto directivo en una importante compañía no es el único medio para la transformación cultural desde el sector privado; también es posible construir una desde cero, con una cultura organizacional propia y como ejemplo de esto podemos mencionar a Andrea Martínez, Sarah Rodríguez y a Ángela Suárez, abogadas y emprendedoras que aprovechan la tecnología como una herramienta de cambio de lo establecido culturalmente para las mujeres.

Desde el punto de vista de Sarah, lo fundamental para tener éxito es encontrar un propósito y decidir cumplirlo, y esto se ve reflejado en la empresa que fundó “Legalid Academy”, una academia de Innovación Legal y tecnología enfocada en fomentar en los abogados el desarrollo de su profesión en torno a un propósito y las necesidades del mercado. Andrea Martínez, por su parte, es líder del área de propiedad intelectual, protección de datos y privacidad en su propia firma y para ella los factores importantes para realizarse profesionalmente son la fijación de objetivos claros, la disciplina y la pasión por lo que se hace. Por último, Ángela Suárez, la panelista que le dio voz a las empresarias en la conferencia “el rol disruptivo de la mujer en latecnología” es fundadora de Lex box, una empresa enfocada en el desarrollo de nuevas tecnologías para la prestación de servicios legales y de Med. Practice Protection. Desde su punto de vista, lo fundamental es creer en sí misma, rodearse de personas que incentiven esa autoconfianza y acallar las voces que dicen que “no se puede”.

Si bien todas estas mujeres tienen formas distintas de alcanzar sus objetivos y mantener su ímpetu en el camino, son reconocidas como líderes y referentes de éxito, como tanto hace falta para las nuevas generaciones de mujeres. En su cotidianidad la experiencia les ha llevado a asumir que no hay diferencias de género más allá de las que una persona elija creer y adoptar en su vida, y que si algo hay que entrenar en las mujeres en general es la capacidad de borrar los límites que otros les han querido imponer; de pararse en un escenario y defender sus ideas y proyectos. Aunque es cierto que en algunos casos el factor diferencial es el privilegio de una crianza que las anima a decidir por sí mismas las reglas que regirán sus vidas, es común a todas el coraje, la resiliencia y la inspiración recibida de otras mujeres que, desde hace tiempo, ya habían iniciado el cambio.

El derecho tiene fama de ser una profesión rígida, pero en la era digital su transformación y la de los y las profesionales que la ejercen será inminente, tanto en mentalidad como en herramientas de trabajo; y dependiendo de la capacidad de cambio, esto será una oportunidad para crecer o un gran obstáculo. Las mujeres, a quienes se les había asignado un rol pasivo y callado, dentro de escenarios privados en la sociedad, están tomando estas nuevas herramientas y se están saliendo de esos esquemas tradicionales para ubicarse en importantes lugares; independientemente del medio a través del cual decidan trabajar con tecnología, es indudable que con cada paso están haciendo posible transformar el rol de la mujer en la sociedad.

Bibliografía

Buquet, A. G. (2016). El orden de género en la educación superior: una aproximación

interdisciplinaria. Nómadas (Col), (44), 27-43.

DANE. (2020). “El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado: desigualdad en la

organización social del cuidado” En: Mujeres y hombres: Brechas de género en Colombia.

[online] p. 58. Recuperado el 23 de marzo de 2021 de:

https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/genero/publicaciones/mujeres-y-hombre-brechas-

de-genero-colombia-informe.pdf

DANE. (2021). Principales indicadores del mercado laboral – Enero 2021 [online] p. 58.

Recuperado el 21 de marzo de 2021 de:

https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/boletines/ech/ech/bol_empleo_ene_21.pdf